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Maximiliano Martínez

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De temprano me di cuenta que correr tras una pelota me aburría, que algunos chistes no me gustaban, en fin, pensaba diferente.

En esa época en mi casa siempre la guitarra estaba en la punta de la mesa y entre mates y guitarras siempre se armaba la peña de Teresita Minetti.

Empecé a admirar aquel instrumento sencillo, dulce y feroz a la vez.

Me metí en un viaje de ida, mi adolescencia entera soñando tener una viola, soñando con tocarla, soñando escucharla,  en fin, soñando...

No era fácil tener una viola eléctrica en esos días. Tras meter volantazo y trabajar mucho (de las primeras changas) puede llegar a ella y algunos chiches más.

De tanta esquina y botella aparecieron los primeros acordes, los sueños crecían y apuntaban siempre a un escalón más.

Soñaba con una banda, una canción, una letra, el toque en vivo, el disco y hasta alguna gira por el interior.

Jaque en sus 10 años de vida supo cumplirme todos esos sueños, me presentó grandes músicos y grandes personas, me enseñó a meter la misma garra en un toque para 5 que en uno para 200 personas

Luego de aquel adiós al tablero, luego de aquel silencio apareció Bríos.

Llenó de notas, escalas, melodías, sentimientos y grandes cabezas.

Logró nacer, pero la pandemia lo dejó a puertas cerradas y el laburo incansable que se dio superó mis expectativas en cada canción.

Me quedé sin tablero pero con las fichas en la mano. Esas fichas que hoy apuesto en Bríos. 

Por un largo camino en el.

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